A veces vemos cómo un supermercado cierra su pescadería, o su carnicería, y todo termina en lineales con plásticos.
Es evidente que cuando una empresa toma esa decisión, lo ha pensado mucho antes. Seguramente razones de rentabilidad le haya llevado a esa decisión. O de falta de personal especializado. Pero la realidad es que cuando un supermercado cierra sus lineales de productos frescos atendidos, empieza a ser mucho menos atractivo para muchos consumidores. Más allá de una cuestión de cantidad de oferta, es el hecho sustancial de que el gran generador de confianza en un supermercado son los productos frescos. Cuando estos abandonan un supermercado, muere la capacidad de ser diferente. Ya solo queda competir en precio, proximidad y surtido propio. Leí en un estudio de Bain&Company que una oferta atractiva en productos frescos también persuade a los clientes a comprar con más frecuencia y gastar más. Y es evidente que es así.
Cuanto más fuerte sea un supermercado en los lineales de los productos frescos, más fuerte es una cadena de supermercados. Los que hemos dedicado años a estudiar las formas de consumo, y las deciones de compra, sabemos que no existe nada más eficaz para luchar contra el precio, que la calidad. El futuro se ve distinto cuando los consumidores acuden a ti, en busca de calidad, que cuando acuden a ti en busca solo de precio. Si lo que te preocupa es competitivo en precio, dales calidad a un precio razonable. Vemos hoy en día, que en la mayoría de los supermercados, hay más metros de lineal de papel higiénico y botellas de lejía, que de carnicería o de pescadería….
¿Cuál es el camino más correcto para lograr que los consumidores te vean como un lugar diferente, un gran surtido de papel higiénico y latas de atún, o tener la mejor frutería del barrio?