Hace 5 años, en aquel mundo que existió antes del Covid, se publicó una lista de los mejores destinos para comer del mundo por parte de Caterwings.
Entre las 7 primeras ciudades del mundo, había 3 españolas.
Y entre las 10 primeras, el único país del mundo que tenía más de una ciudad en la lista era España.
Habitualmente, se dice que España es un país de sol y camareros. Y se dice con bastante desprecio por quien lo dice, y con bastante ignorancia.
A mucha honra, España es un país de servicios (es decir mayormente retail: recuerden que retail es productos o servicios que se venden o se alquilan a un cliente final, por tanto, un restaurante, un hotel, un bar, son retail puro).
A Noruega, la madre naturaleza, le dio el petróleo y un frío del carajo, y a nosotros el sol y posiblemente la mejor huerta del mundo, qué le vamos a hacer. A Siberia le dio el gas y -40 grados al amanecer, y a nosotros nos dio 8.000 kilómetros de costa, a cual mejor. En definitiva, las condiciones materiales, geográficas, culturales y sociales determinan las formas económicas.
Estados Unidos presenta al mundo a Burger King y nosotros al Asador Donostierra, las tapas, y la verdadera paella valenciana. UK tiene 46.800 pubs y nosotros tenemos 277 mil bares (los ganamos por goleada y encima solemos poner tapas con la cerveza). Qué le vamos a hacer? Las idiosincrasias sociales determinan la formas económicas.
Finlandia tiene un vodka magnifico y nosotros 35,5 millones de hectolitros del mejor vino del mundo (no se admiten discrepancias), que se beben por todo el mundo, y que encima en nuestros restaurantes y bares saben mejor.
China trabajan 360 días al año y son muy productivos, y nosotros trabajamos y sabemos disfrutar de la vida. Qué le vamos a hacer, las condiciones socioculturales y políticas determinan las formas económicas.
Alemania tiene no sé cuántas fábricas de coches y nosotros tenemos 2.5 millones de jubilados europeos (muchos de ellos alemanes) que nos eligen como el paraíso para terminar sus días.
Es evidente que nos faltan muchas cosas por conseguir, y que tenemos que afrontar una revolución digital e industrial que no puede esperar, pero lo que es absurdo es hablar con desprecio de lo que somos hoy. No es cuestión de dejar de ser lo que somos, la cuestión es ser aún mejor en lo que somos, a la vez que empezamos a mejorar en otras cosas que no somos tan buenos.