En marzo, una joven ballena llegó a las playas de Davao, Filipinas. Vomitaba sangre.  La llevaron a un laboratorio para abrirla y hacerle una necropsia. Encontraron en su vientre más de 40 kilos de desechos plásticos.

Un científico declara un periódico local:  “Sacamos la primera bolsa, luego la segunda. Luego centenas de  bolsas de plástico y de bocadillos, y cuerdas de nailon”. La joven ballena tuvo una lentísima muerte por hambre y deshidratación provocada por el plástico que le tapaba el vientre. No había señales de que algún alimento hubiera llegado a sus intestinos durante muchos días. Su cuerpo se estaba destruyendo a sí mismo desde adentro: su ácido estomacal, incapaz de descomponer los desechos plásticos, había desgastado el revestimiento del estómago.

Junte todos las bolsas y envases  de plástico que ha consumido en su vida. Amontónelas. Esa es su obra. Esa es mi obra. La cultura de usar y tirar.

A veces la tecnología es lo peor que nos sucedió.  A veces el uso erróneo de la tecnología  nos trae un mundo peor. Las primeras bolsas de plástico eran caras y demasiado frágiles para transportar artículos pesados ​​como latas, carnes y botellas grandes. Pero en 1978, los científicos desarrollaron una resina que permitió que las bolsas se hicieran con un plástico más delgado pero más fuerte. Con ese impulso tecnológico, las bolsas de plástico derrotaron a las bolsas de papel y se convirtieron en los protagonistas de nuestras tiendas durante décadas. Se trataba de mejorar muchas cosas, entre ellas la experiencia de compra, dijeron muchos retailers, y nosotros y nosotras los consumidores estuvimos de acuerdo.

Mucho antes, en los años 50, empezó la era del plástico. Colonizó nuestros productos, nuestras tiendas, nuestros hogares.  Greenpeace dice que desde entonces se han producido en el mundo más de 8.000 millones de toneladas de  plástico de todo tipo (la mayoría de ellos en la última década). Leo, y pienso: “Yo no sé qué son 8.000 millones de toneladas”. No sé si es mucho, muchísimo o algo trágico. Luego reflexiono: “si somos unos 7.500 millones de personas habitando este planeta… tocamos a más de una tonelada por persona”…  Pienso, son los tipos de Greenpeace, quizá están exagerando, divido en mi cabeza por 10…. Sigue siendo más que trágico. Decido elegir que se trata de algo más que trágico.  Quizá se trata de algo apocalíptico.

Llevamos 7 décadas construyendo nuestra tonelada particular de plástico. Nuestro delito legal privado.  Hoy, al final de ese viaje de 7 décadas, hay estudios donde se intuye que los cuerpos del 90% de las aves marinas contienen desechos plásticos.  El plástico entrando en la cadena alimentaria de los peces y otras criaturas marinas. El plástico en nuestros estómagos, esófagos.  Los deshechos plásticos ya en el mar, el sol y las olas se encaran de descomponerlos en pequeñas partículas,  con el paso del tiempo. Estos llamados microplásticos inundan los mares, y las montañas, desde el Monte del Everest a los Pirineos.  Planeta Plástico.

La tecnología nos trajo en el 78  las bolsas de plástico.  Un invento sueco. Kroger , uno de los gigantes del Retail mundial , comenzó a reemplazar sus bolsas de compras de papel con bolsas de plástico en 1982 . Le siguieron los demás.  Argumentaron que era lo mejor para los consumidores: mejoraba su experiencia de compra. Era más cool. Pero sobre todo era más barato. Por  entonces unas 1,000 bolsas de papel costaban  $ 30, mientras que la misma cantidad de bolsas de plástico costaba entre $ 26 y $ 28.

Además de ser más baratas, eran mucho más útiles y productivas: al ser más más livianas ocupaban menos espacio de almacenaje. Y por tanto sus costes logísticos eran mucho menores: por entonces se  necesitan seis camiones llenos de bolsas de papel para igualar un camión lleno de plástico, ahorrando hasta el 85 por ciento del costoso espacio de almacenamiento. Es un buen negocio.

Los consumidores compran lo que los productores fabrican y los productores fabrican  lo que les dicen los retailers que es necesario para satisfacer las necesidades de los consumidores…. Esas han sido siempre las reglas del juego.

Los empleados de los supermercados empiezan a recibir instrucciones de usar bolsas de plástico a menos que los clientes soliciten unas de papel. Si empacas un millón de bolsas a la semana, ahí tienes tus ahorros. Más margen, todos contentos.

Además, las bolsas de plásticos son algo moderno, disruptivo, tecnológico:   “Las bolsas de plástico tienen muchas ventajas:  Tienen manijas, puedes usarlas para llevar los trajes de baño de tus hijos a casa desde la playa, son geniales para los pañales sucios”, dice  Frank Corbin, director de relaciones comunitarias de la Sociedad de la Industria del Plástico,  en un artículo de 1984 al WSJ.

En un estudio de  1983 realizado por un equipo de investigación de la Universidad del Sur de California aconsejó que “los minoristas tendrán que ofrecer bolsas, plástico y papel, para satisfacer la mayoría de las necesidades de sus compradores”. Por lo visto, en aquella época en California, las mujeres preferían bolsas de papel; y los hombres; de plástico. El estudio también encontró que las personas que conducen a la tienda tenían  más probabilidades de solicitar bolsas de papel que las personas que caminaban o tomaban el autobús.  El 45% de los que condujeron a la tienda usaban bolsas de papel, solo el 41% de los que caminaron lo hicieron, y solo el 12% de los que tomaron el autobús a la tienda usaban bolsas de papel. En definitiva, la mayor parte de los consumidores preferían las bolsas de plástico, las consideraban más prácticas y mejoraba su experiencia de compra.  En Europa, ya por entonces estaban más avanzados en esto de la experiencia de compra y la practicidad:  las bosas de plástico ganaban por goledad: a principios de los 80 tenían más del 80% del mercado. Se argumentaba que era porque mayoritariamente los  compradores europeos caminaban  hacia la tienda y, por lo tanto, les resultaba más fácil de transportar. Salvo en Italia, donde estaban prohibidas en un esfuerzo por reducir la basura.

Se inicia una guerra entre las asociaciones de la embrionaria industria del plástico y la vetusta industria del papel. La industria del plástico crea un lobby de 26 productores de bolsas de plástico con sede en Washington llamado Plastic Grocery Sack Council. También estableció una línea telefónica gratuita y distribuyen miles de panfletos “informativos” con el fin de promocionar las bolsas de plástico a minoristas y consumidores.   Las bolsas de plástico son mejores, más útiles, te convienen.

American Paper Institute, la gran asociación de la industria del papel responde:  “El papel es un producto totalmente estadounidense que significa empleos y ganancias aquí mismo. . . no se acabó en algún campo petrolero (extranjero) “.  Pero los consumidores parecen olvidarse de sus raíces. Entre la patria y la conveniencia, lo segundo es lo primero.  La American Paper Institute contratan agencias de markéting, consultoras. Case & Company, una empresa consultora realiza un  estudio que concluyó “que las bolsas de plástico, aunque son menos costosas de comprar que las de papel, tardan más en empacar, y de hecho son hasta 10 por ciento más caro para las tiendas”. Y añade para argumentan a favor de las bolsas de papel que……. son  “biodegradables”.

En 1986, hace 23 años, la Federación General de Clubes de Mujeres (GFWC) es  la organización de voluntariado de mujeres más grande y antigua de Estados Unidos, con más de medio millón de miembros,  lanza una campaña de redacción de cartas a nivel nacional para que las tiendas de comestibles solo lleven bolsas de papel debido a la preocupación de la Asociación  por el impacto ambiental de las bolsas de plástico. Los supermercados reciben decenas de miles de cartas pidiéndoles que eliminen las bolsas de plásticos. No hacen caso. De la misma forma que estaba la GFW, había millones, decenas de millones de consumidores que les gustaba más las bolsas de plástico…. Y además eran más “convenientes” para las cuentas de resultados.

De pronto, hay artículos, estudios que analizan esta “guerra entre las bolsas de plástico y las de papel”. El plástico conquista las ciudades, el papel se resiste en el medio rural. Lo moderno versus lo viejo.

El papel tuvo su primera gran derrota contra el plástico con la  bandeja de carne porque se adhería a la carne cuando la congelaba. Luego fue derrotado en otros territorios: ,bolsas de helado, cartones de huevos…etc

Luego llegaron las botellas de cristal. Y los lineales se llenaron de botellas de plástico. Eran más útiles, mejores para las marcas, los retailers, y los consumidores. Todos y todas ganaban.  Todos y todas, menos este planeta.

 

Resultado de imagen para SODA GLASS SUPERMARKET VINTAGE

Las bolsas de plástico enamoraron a muchos consumidores y a la práctica totalidad  de los retailers. De pronto, se hace masivo el producto más efímero de la historia del Retail: su vida suele durar en algunos casos unos minutos: lo que tardas de ir del supermercado a tu casa.  El producto más efímero conquista a los consumidores. Lo que hay detrás de cada una de sus muertes diarias, apenas importa a los retailers de todo el mundo durante décadas. No son conscientes, o no les importa, pero están colaborando en la destrucción de este planeta. Pero los retailers durante este tiempo han argumentado en su defensa, que les corresponde a los estados hacer las leyes al respecto, y ellos “moverse” dentro de la ley; y en parte tienen razón. El Plan Nacional integrado de Residuos 2008-2015 en España declaraba la muerte de las bolsas de plástico de un solo uso en este país: su consumo tenía que reducirse en un 50% para 2010, fecha a partir de la cual deberán ser prohibidas progresivamente.  España era entonces el primer productor europeo de bolsas de un solo uso y el tercer consumidor. Se habló en 2009 de que los consumidores pagaran por las bolsas, algo que llevaban haciendo desde el 2002 en Irlanda (redujeron el consumo un 70% desde la imposición de la medida). En Alemania y Bélgica los clientes también pagan por las bolsas. En Estados Unidos, en muchas ciudades también. Aquí la administración evitó durante años enfrentarse con las grandes cadenas de supermercados y con usted y conmigo, con los consumidores. Durante años, vivimos en un país que permitió la distribución gratuita de algo que estaba destrozando nuestro medio ambiente, y que suponía unos costes gigantescos para la administración.

El plástico ha destrozado nuestros mares, pero también ha hecho posible dispositivos médicos que han salvado infinidad de vidas o por han mejorado los automóviles haciéndolos más ligeros. Pero se trata de ese plástico de vida longeva, el resto, el de vida breve, el de un solo uso las bolsas de plástico o los envoltorios de alimentos son el gran problema.

En agosto de 2015 unos biólogos marinos graban un vídeo. Da la vuelta al mundo. Están extrayendo una pajita de plástico que se ha introducido en  la nariz de una tortuga marina.  Días después The Ocean Conservancy declaró que sus  voluntarios habían  recogido más de 9 millones de pajillas y agitadores de playas y vías fluviales en los últimos 30 años. Se incia una campaña de protesta pública contra las pajitas de plástico.  Starbucks en 2018 anuncia que para 2020 eliminará las pajitas de plástico, pasando a pajitas biodegradables y una tapa de nuevo diseño. Luego le siguen McDonald’s UK, Marriott Hotels y otros.

A veces necesitamos ver agonizar una tortuga para que suceda lo correcto.

 

 

Autor: Laureano Turienzo. Consultor & Asesor empresas retail