Todo va a estallar. Como un volcán que despierta de repente y recuerda que tiene un trabajo que terminar. Nos dicen que van a desaparecer las tiendas físicas: ni usted ni yo moriremos sin ver el fin de las tiendas de calle. Dicen que todas ellas se mudarán virtualmente a salón de nuestras casas, a sus teléfonos inteligentes, al mío. Un ejercito inagotable de robots devorarán a todos los dependientes del mundo: se trata de una profesión que no encaja en el futuro que han preparado para nosotr@s. Las calles serán colonizadas por robots que llevarán los “pedidos” a nuestros hogares en unos tiempos que asombrarán a las agujas de nuestros relojes. Los cielos se oscurecerán por un manto de drones que bombardearán cajas con las cosas que hemos pedido en las puertas de nuestras casas. La tecnología nos llevará a un lugar del que no regresaremos. Es verdad. Y ya nada de lo que fuimos nos seguirá habitando. Es mentira.
Todo va a cambiar, pero no tanto. Ni tan rápido. Conviene tener los pies en el suelo para imaginar cómo será el futuro. Las formas de consumo han cambiado más en el último lustro que en décadas. Viviremos en una sociedad donde la tecnología marcará la vida diaria de las personas y la economía se digitalizará. Las empresas tecnológicas son mucho más competitivas que las empresas tradicionales, además destinan grandes recursos a la innovación y sus modelos de negocio están en desarrollo constantemente. En muchos casos los mercados están premiando el gran volumen de datos que estas empresas manejan, y que harán modular las formas de consumo. Además, los mercados saben vamos a una digitalización global y a la automatización de los procesos comerciales, y saben que la inteligencia artificial marcará el rumbo de la economía. Y lo están premiando. Pero yo creo que viviremos en un mundo donde en la próxima década existirán tiendas del siglo XXII y también tiendas como la tipica carnecería de barrio. Solo que esta última tendrá que empezar a “dialogar” con sus clientes de otros modos, pero sin olvidar lo que le hará pervivir en el siglo XXI, en el XXII, en el XXIII… el factor humano, el trato al cliente. Ni la tecnología, ni los panegeristas de un mundo robotizado podrán nunca con milenios de relaciones humanas edificadas tras nuestros adn´s
Todo lo que viene será distinto, y será igual. Y en medio, cambiaremos nosotros y nosotras. Veremos caer empresas y veremos nacer otras. Seremos infieles. Y veremos nacer nuevos amazones y alibabas, y nuevos walmart y nuevos cortes inglés. Veremos cómo los retailers (insultados aún por algunas revistas como pure players) abrirán miles, millones de tiendas físicas, y veremos cómo los retailers tradicionales se pondrán vaqueros desgastados, y gorras de millenials silicon Valley para amazonizarse y alibabarse. Todo va a mezclarse. Veremos como los supermercados son expulsados de los centros comerciales, sustituidos por cualquier cosa que nos haga sentir algo excitante cuando crucemos las puertas de esos centros comerciales. Veremos cómo se convierten las tiendas en plazas de pueblo, el lugar ideal para socializar, veremos tiendas hipertecnológicas que sabrán todo de usted cuando entre en ellas, y veremos cómo usted y yo seguiremos yendo a la carnicería de la que arriba les hablaba, un lugar donde el tipo del otro lado del mostrador también sabe casi todo de nosotros y nosotras.
Veremos cómo las redes sociales empezarán a morir, y nacerán otras formas de comunicarnos entre nosotros. Veremos una involución en muchas cosas, un regreso a lo que fuimos y de donde nunca debimos salir, y veremos cómo le hablamos durante horas a un aparato con forma de falo que está en nuestro salón y que nos han dicho que se llama asistente doméstico, o altavoz inteligente. Las compras dejarán de ser un acto repetitivo para ser más lúdicas y experienciales. Las tiendas se convertirán en centros de experiencias, se buscará generar entretenimiento y creación de comunidad. Se eliminarán la mayor parte de las etapas burocráticas de las compras. Todo va a cambiar, y todo va a seguir igual, o parecido. Habrá sitio para todo, porque sucede que somos miles de millones de personas, miles de millones de consumidores y consumidoras, y afortunadamente tan iguales y sobre todo tan distintos.
Autor: Laureano Turienzo